domingo, 15 de enero de 2017

Un testar contemporáneo en Elche

 Un testar contemporáneo en Elche


Arco de poniente de los dos del acueducto denominado Arquet del Bisbe.

Los parajes que rodean ambas márgenes del Vinalopó al norte de Elche son siempre sorprendentes para el caminante curioso. El paisaje, a menudo reseco, desértico, está salpicado de formaciones rocosas en las terrazas del río, ornadas de bosquetes de palmeras, de restos arquitectónicos de antiguas obras hidráulicas, de ruinas de fábricas y molinos que hace mucho se abandonaron.

En el interior del arco pueden verse las acumulaciones calcaréas por filtraciones de siglos.


Grandes sillares de calizas grises raiblienses en los alrededores de la obra.

No era difícil en tiempos de d. Pedro Ibarra tropezarse por estos parajes con cerámicas antiguas, que delatan la existencia de yacimientos arqueológicos en una y otra margen. Desde el Molino Real hacia el norte, en paralelo al cardo de la centuriación romana de Illici y hacia la margen izquierda, se suceden los lugares ocupados de antiguo, llamados:  Caramoro, un fortín de la edad del bronce, hoy partido por la autovía; Aigüa dolça i salà, donde recientemente se ha excavado junto a los chopos de Elche, rebautizando el solar excavado como Els Xops, y la Moleta, una meseta inclinada, en su día al menos en parte murada, que controlaba el paso de la sierra por este lado y donde se documenta por las cerámicas de superficie, una ocupación también del bronce, que llega hasta época islámica, con asentamiento ibérico y romano. 



Cantos de las terrazas del río y argamasa conforman la obra de mampuesto.

En la margen derecha, de sur a norte, el desaparecido poblado de la Figuera Reona y, unos cientos de metros aguas arriba, el Promontori, lugar de aprovechamiento de arcillas para producir vasos campaniformes, como lo atestiguó la excavación de unos fondos de cabaña donde el material cerámico excedía con mucho las necesidades previsibles de una comunidad familiar  y permitió concluir al excavador que era un alfar. Más arriba, el Puntal del Búho, en la serreta del mismo nombre, con ocupación prehistórica en varias de sus cimas, junto al camino que va al Castellar de Morera, el más grande yacimiento con ocupación del bronce valenciano y su fortín medieval islámico, en la margen derecha, junto al muro del pantano.

Paisaje singular del cauce del Vinalopó.
Vista del cauce desde La Moleta hacia el sur.

Las obras de canalización que para la traída de aguas a Elche se hicieron desde antiguo salpican estos parajes. Y de esa riqueza que, en forma de agua, nutría la reseca tierra del solar ilicitano, supieron aprovecharse una sucesión de molinos harineros, almazaras, y, más tarde, fábricas de cerámica y algunas de las primeras industrias textiles, de tinturas y alpargateras de la ciudad.



A esta altura el cauce del río se ensancha, hasta llegar al Aigüa dolça i salà. inmediatamente al norte.

Desde el lugar que llaman l´Arquet del Bisbe, canalización costeada por el obipo Siuri, en el paraje de Huertos y Molinos, partida de Altabix, y más concretamente del arco de poniente de los dos que con anmtigua sillería sostienen la acequia, parte un sendero hacia el cauce.

Tréboles y agrets.

 Estrechándose, entre palmeras y vegetación salvaje, entre tréboles y agrets, conduce a unas pendientes o lomas que caen a plomo al nivel del cauce del río. Están sembradas de escombros cerámicos de edad contemporánea: es tanta la abundancia de este y sólo este material, que resulta claro que era seleccionado par allí ser transportado en carros y vertido, separándolo de restos orgánicos y otras basuras o escombros de construcción que el pueblo, luego ciudad, producía año tras año. 


Testares de cerámica salpican todo el suelo.

Toda la vertiente a izquierda del sendero, antes de caer en abrupto a un barranquito que llega al mismo cauce del río, está cubierta por una tupida capa de fragmentos cerámicos, predominando la destinada al uso doméstico, tanto vidriada como sin vidriar. 


Abundan las formas de uso doméstico.

De esta última la reina es la de Agost, en formas de contenedores grandes o medianos de agua: botijos, cántaras de formas variadas, bebederos para animales... de la vidriada se ven producciones en verde, más abundantes las meladas interiormente para fuego directo, refractarias, con formas como fragmentos de marmitas, ollas, fuentes...también las hay esmaltadas en blanco y, menos abundantes, fragmentos de lozas del ajuar fino de las casas, algunas de principios del siglo XX, otras de casi mediado, que a veces conservan en el pie el sello o marca de fábrica. 




Las formas más grandes, parcialmente vidriadas en verde, corresponden a grandes lebrillos de los que se usaban para lavar la ropa, los platos, etc.



 Vidriados en verde, blanco, amarillo o miel.

Fragmento de lebrillo melado.


Formas de barro de Agost sin vidriar, para contener agua.

Fragmento de alcadafe de Triana, polícromo.



Regatos de agua que se pierde de la acequia.


Siguiendo el sendero, en parte anegado por roturas de la conducción de aguas, se llega a las ruinas del molino llamado del Cèntim, donde nos llaman la atención una serie de construcciones en sillería y aparejo de piedra o ladrillo, relacionados con un sifón de la acequia mayor, de buena cantería. 

Molino llamado del Cèntim. Cauce del Vinalopò.

 Parece que hay se quemaban restos de vidrio y de hierro, pues una escombrera que cae desde la chimenea de una antigua fabrica ue sopbre los restos del molino se conserva, es rojiza por la abundancia de hierros oxidados y quemados y está llena de fragmentos de vidrios deformes por la fusión a temperaturas elevadas. 

Restos de vidrio y metal quemados.

Obra de sillería en la base.

Acueducto antiguo.

Encaje de la acequia entre bloques de sillería.

Elche antiguo y contemporáneo.

La senda nos lleva, finalmente, al acueducto que derivaba aguas a la acequia de Marchena atravesando el cauce, del que aún se conservan varios arcos de sillería junto al extremo noreste del actual Puente del Bimilenario. En fin, un paseo interesante y un lugar lleno de historia que aún conserva el encanto de lo olvidado.

Testares de Elche.

Parte ancha del cauce.


El vidriado en la cerámica andalusí.

El vidriado en la cerámica andalusí.


Plato en melado y manganeso. Candil melado. Museo de Alcoy.

Denominamos barniz, esmalte o vidriado (vedrío) a la masa vítrea con la que se recubren las pastas cerámicas para darle un acabado superficial, liso, brillante e impermeable. La vitrificación se produce al fundir la sílice o el boro bajo los efectos del calor sobre la pasta misma a la que quedan adheridos.

Cuencos en melado y manganeso, o cobre y manganeso sobre esmalte blanco.

Llamamos barnices a los revestimientos más usuales de las lozas, de los objetos de alfarería.Son transparentes, funden a bajas temperaturas y en la segunda cocción vitrifican. Para darles color se usaron antiguamente óxidos metálicos: de cobre, para verde, de manganeso, que da un morado a negro, o de cobalto, para el azul ya en cerámicas de edad moderna. Para darles adherencia se adicionaba un fundente.

Jarro con chorreones de vedrío, de Bayanna, la antigua Pechina, en Almería, Museo de esa capital.

Llamamos más propiamente esmaltes a los revestimientos vitrificables opacos, blancos o coloreados mediante la adición de óxidos metálicos en su masa.
La aplicación de estos esmaltes y barnices en piezas arqueológicas se hacía por inmersión, por chorreo o a pincel.

Ccandil islámico vidriado en miel oscuro o achocolatado, Museo de Baza.

La decoración pictórica puede aplicarse antes o después de aplicar el barniz o esmalte crudo, denominándose las técnicas respectivas bajo o sobre cubierta. Estas técnicas fueron introducidas en Europa por los árabes a través de la cerámica andalusí. Dicha decoración puede aplicarse antes o después de su cocción, aunque suele ser más común realizarla tras una primera cochura del barro.

Sobre un engobe blanco se ha pintado con óxidos de verde y manganeso. Posteriormente se ha aplicado un baño transparente.

El método de pintar llamado “bajo cubierta” consiste aplicar la decoración pintada sobre la superficie de arcilla, antes de aplicar un esmalte transparente. Al fundirse la decoración con la capa de esmalte durante el proceso de la cocción queda permanente y protegido el dibujo.

Cerámica verde y manganeso califal.


En la pintura islámica esta técnica parece que tuvo su epicentro a finales del XV en la cerámica de Iznik, en Turquía.

Redoma monocroma en verde de cobre, Museo de Almería.


Un problema fundamental, común a la técnica que comentamos y a la pintura aplicada sobre una capa de esmalte crudo, o método “sobre cubierta”, consiste en dar con la carga justa de pigmento: esto condiciona los diferentes grosores del trazo, el espesor de la capa, sea en acuarelado transparente o en opacos densos que cubren completamente la base bizcochada.

Decoración verde y manganeso en crudo, antes de recocer la pieza ya bizcochada.


Las sales de cobre se han evaporado durante la cocción, tiñendo de azul.

La carga del pincel no será homogénea si la dilución del pigmento no es estable, y dada la densidad de algunos de ellos, metálicos, que les hace hundirse al reposar, es difícil mantener la solución con la misma densidad si no se remueve constantemente. Sobre todo para delinear, una carga excesiva de pigmento en polvo impedirá el deslizamiento del pincel. Por otra parte, si se intensifica la densidad por la carga de pigmento, los colores tienden a romper, agrietarse durante la cocción.

Pintura al óxido de manganeso sobre cubierta melada.

Bajo cubierta, si la superficie es lisa, el pincel deslizará y permitirá trazos finos; más difícil será hacerlo sobre cubierta, pintando sobre el polvo que la capa de esmalte crudo, sea plúmbico o sea alcalino, ha dejado sobre la superficie de la pieza, especialmente si esta es gruesa: la textura del polvo del esmalte dificulta el trazo, tanto más cuanto más gruesas sean la capa de esmalte y la densidad del pigmento diluido. El esmalte en crudo es una materia muy delicada, de aspecto harinoso, de consistencia polvorienta y muy higroscópica que se desprende por el roce. Hoy se trabaja con pigmentos formulados listos para usar, que se deslizan fácilmente sobre el esmalte crudo o sobre el bizcocho.

Baño melado (transparente con óxido de hierro) y decoración al manganeso sobre cubierta, en crudo.


Pieza ya cocida.


La técnica del vidriado fue conocida por los romanos. En la Alcudia de Elche, por ejemplo, puede verse una lucerna de doble piquera con prótomo de caballo a cada lado del disco, barnizada en verde de cobre. La técnica no se ha constatado en cerámicas visigodas.


 Escudilla o platito con una grulla,  motivo característico de Mertola.

Será en el S. IX cuando esta técnica vuelva a penetrar, desde oriente o el norte de Africa, en el Sureste andalusí, constatándose un alfar con una abundante producción vidriada, junto a un horno de vidrio, en Pechina, seguramente el primer centro productor, que copia modelos orientales (Elena Salinas, Las primeras producciones vidriadas en época emiral de Córdoba). Luego seguirían Málaga y Murcia.


Felús emiral llamado del guerrero, una excepción al aniconismo de la numismática islámica.

Redoma andalusí. Bayanna.


Jarra de Bayanna. MAN.

Según la profesora Sonia Gutiérrez Lloret, existe un primer tipo de vitrificación documentada en contextos altomedievales anteriores al vidriado emiral característico de la segunda mitad del siglo IX. Cubiertas vítreas espesas y de irregular grosor que recubren los bordes y el interior de piezas de cocina de boca amplia - como cazuelas u ollas en Mérida, el Tolmo de Minateda o Valencia-, y de forma excepcional se aplican a formas abiertas (documentado en Mérida y Barcelona). 

Felús emiral.


Aplicada esta cubierta sobre pastas con abundante desgrasante machacado, su aspecto va desde el recubrimiento casi transparente al vidriado espeso, opaco o traslúcido, grueso, resultando superficies craqueladas, opaca, o rugosas.

Juguetes con vedrío monocromo. Museo de Córdoba.


Siguiendo el trabajo de Miguel Alba y la citada autora (Las producciones de transición al Mundo Islámico: el problema de la cerámica paleoandalusí (siglos VIII y IX), hoy se acepta que el primer vidriado islámico es siempre monocromo, verde de preferencia, aunque también se documentan tonos melados y achocolatados - talleres como los de Málaga-.

Dirham de plata de Abderraman I.

Su fabricación aparece asociada a alfares urbanos de la zona sureste de Al-Andalus, como Pechina y Málaga, con piezas de servicio de mesa con decoración impresa, incisa o en relieve bajo cubierta, cuyo inicio sitúan estos autores a mediados del siglo IX, “convirtiéndose en un indicador preciso para la segunda mitad de esa centuria y los primeros años del siglo X, en ausencia de los primeros, verde y manganeso”. Advierten que fuera de esta zona su difusión es escasa, limitada a piezas pequeñas como candiles, jarritos de forma oriental y a veces alguna botella.

Cerámica califal cordobesa. Museo de Medina Zahra.


La conexión entre estas primeras producciones y la posterior palatina de Medina Zahra está por resolver, pues en Córdoba son muy escasos los vidriados emirales. Será en la segunda mitad del S. X cuando se imponga el negro para siluetear y el verde para los rellenos de color.

Cuenco en verde y manganeso. reproducción.

Decoración zoomorfa. Medina Zahra.

El pavón, motivo singular de la cerámica califal, silueteado con manganeso y rellenos de óxido de cobre.

Redoma andalusí vidriada con melado.


Vidriados monocromos andalusíes.